Curiosidad
Dicen que la curiosidad mató al gato (y embarazó a la mujer, agregaría mi hijo de 15), pero es la base de la filosofía Trek.
La curiosidad, el saber más, el ver qué hay más allá.
Es no estar enamorado de la seguridad que me ofrece el hoy, el aquí y ahora, el malo (o bueno) conocido. Es aventurarse a más, es riesgo, es apuesta. Es falta de seguridad e incertidumbre. Es correr con la chance de perder todo lo bueno por perseguir una quimera. Pero es también la posibilidad de ser los primeros, de poner una respuesta nueva a una pregunta vieja (o una pregunta nueva a una respuesta vieja), de volver a mirar con ese brillo asombrado que solíamos tener de chicos.
La seguridad adulta nos quita algo de esa "irresponsabilidad". En definitiva, cualquier buen oficial de la flota no es más que un adulto no asumido, un grande que no deja de ser chico.
Cuando miro para adentro y me encuentro apoltronado en las seguiridades (buenas y cómodas seguridades), también me encuentro con esa insatisfacción de sentir que "no hay nada más", "se acabaron los desafíos". Es ahí que me sacudo la modorra (¡y cómo cuesta eso!), me paso el plumero por el espíritu, me calzo mi uniforme de la flota (simbólicamente, jamás me animé a agenciarme uno de verdad) y salgo a cazar alguna ilusión nueva. Y si salgo perdiendo, herido o magullado...¿quién me quita lo bailado?
La curiosidad, el saber más, el ver qué hay más allá.
Es no estar enamorado de la seguridad que me ofrece el hoy, el aquí y ahora, el malo (o bueno) conocido. Es aventurarse a más, es riesgo, es apuesta. Es falta de seguridad e incertidumbre. Es correr con la chance de perder todo lo bueno por perseguir una quimera. Pero es también la posibilidad de ser los primeros, de poner una respuesta nueva a una pregunta vieja (o una pregunta nueva a una respuesta vieja), de volver a mirar con ese brillo asombrado que solíamos tener de chicos.
La seguridad adulta nos quita algo de esa "irresponsabilidad". En definitiva, cualquier buen oficial de la flota no es más que un adulto no asumido, un grande que no deja de ser chico.
Cuando miro para adentro y me encuentro apoltronado en las seguiridades (buenas y cómodas seguridades), también me encuentro con esa insatisfacción de sentir que "no hay nada más", "se acabaron los desafíos". Es ahí que me sacudo la modorra (¡y cómo cuesta eso!), me paso el plumero por el espíritu, me calzo mi uniforme de la flota (simbólicamente, jamás me animé a agenciarme uno de verdad) y salgo a cazar alguna ilusión nueva. Y si salgo perdiendo, herido o magullado...¿quién me quita lo bailado?