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Artículos: El Universo Interior

De miedo

Antes que nada, disculpas a todos los fieles de este modesto lugar. La mudanza (mutación en serio) fue y es compleja. Los tiempos se volvieron un bien escaso y este pequeño blog nunca logró un lugar de prioridad hasta ahora (y no sé cuando volveré). Sencillamente aclarar el día que abandone este espacio me despediré como corresponde. Mientras tanto mis ausencias tienen más que ver con que la vida me pasó por arriba. Ahora sí, al post.
Hace poco, antes de mudarme, tuve la oportunidad de ver un capítulo que tenía grabado de Enterprise. Es ese en que unos científicos reviven a unos borgs que se habían olvidado durante "First Contact".
La verdad que me dió miedo. Miedo al ver esos temibles borgs (para la tecnología de la época de Picard) con los rudimentarios e ingenuos seres humanos de la época de Archer.
Me encantó poruqe hacía mucho que algo virtual no me generaba algo así. En general es la vida misma la que produce miedo (¿para qué hablar más sobre Carmen de Patagones?, ¿acaso no es ,por lo menos, de miedo?).
Por ahí los borgs son como esos fantasmas que todos tenemos escondidos en algún lugar de nuestra cabeza, tal vez en ese rincón justo atrás de la nuca, entre las orejas. Ese pliegue que alcanzamos a vislumbrar cuando nos miramos al espejo, pero que sigue siendo un punto ciego.
Esos fantasmas que nos visitan de noche, o cuando nos quedamos solos, o cuando tenemos que enfrentar mil y una situaciones que nos asustan.
¿Qué rostro tienen tus borgs?
Los míos tienen el rostro del desprecio de la gente que respeto. El dolor, la enfermedad o la muerte de mis hijos o mi esposa. El dentista. Un bicho caminando por mi cuerpo. Una abeja dado vueltas. Los dientes de un perro. No saber cómo responder algunas preguntas.
Caramba, ¡cuántas caras! Y, lo peor, creo que la lista es super incompleta. Creo que los peores borgs son esos que no tienen rostro, que juegan su juego en las tinieblas y el anonimato.
Esos son los que me dan más miedo a ser asimilado, chupado, lobotomizado. Con los otros, los que puedo nombrar, es como que puedo hacerles un mano a mano (cuando me animo). Los que realmente joden la vida son los que no conozco o, ni siquiera, me animo a conocer o re-conocer.
Pero hay que acordarse que toda oscuridad es menos oscura de cerca. Que todos los ruidos son terribles a oscuras, y que la mayoría de las cosas que tememos son, por lo menos, manejables.
Hasta que termine de convencerme de eso, los Borgs van a seguir viniendo todas las noches y se van a seguir reproduciendo en aquel lejano pliegue de mi nuca, justo en medio de mis orejas.

Mutaciones

El cambio.
¡Cuántas cosas se nos disparan cuando pensamos, sentimos, pre-sentimos un cambio.!
Más aún cuando el mismo afecta algún aspecto central de la vida.
Hay veces en que esos cambios vienen en malón.
Entonces parece que todo cambia, uno cambia, el mundo cambia, el futuro cambia.
Ahí, al menos a mí, agarra algo de vértigo. Cierta sensación de que las cosas van demasiado rápido y escapan de control.
En eso ando. Duelos, venta de la casa de la infancia, nuevas relaciones que hay que armar entre los hermanos, mudanza de vivienda, ofertas laborales que suregen de la nada y de la misma manera desaparecen, mi hijo mayor (14 años) que hace planteos de una profundidad y una hondura notables (¡y hasta hace poco su mayor preocupación era comprar figuritas de Disney, comprar un nuevo Lego o ir a jugar al fútbol!)
Ahí, exactamente en ese precioso momento de mi vida, me siento mutando. Me agarra ese vértigo de no saber en dónde termian las cosas, la certeza de que ya nada será como era (con su correspondiente duelo) la emoción por descubrir todas las novedades que se vienen.
Hace 12 años viví algo así (separación, mudanza, nuevos amigos, nueva pareja, etc., etc.) y es una de las etapas más hermosas y terribles de mi vida. A ese lugar al que siempre quisiera volver (aunque sea de visita porque la vida es flujo, como diría Jorge).
Presiento que esta etapa será una cosa similar en el recuerdo de mi próxima década.
Es como esos capítulos "épicos" de Star Trek. Como cuando Picard es asimilado; o el capítulo final de TNG, o cuando los scorpions le rompen el ojete a los Borgs, o cuando se arma la guerra entre la federación y el Dominio. (los fans pueden agregar su propia lista de capítulos de ese estilo).
Son momentos "epicos" en la vida, donde la historia se acelera y toma rumbos sorprendentes y definitorios. Tiempo de riesgo y de oportunidades. Tiempo para abrazar con todas las ganas, disfrutar con todo el corazón, padecer con toda la sangre, crecer con toda la convicción.
Disculpen si en esta corrida le robo tiempo a este modesto blog. Igual me pueden visitar y dejar sus saludos.
Les agradezco su presencia a los conocidos y a los anónimos.

Generations

Como un círculo que se cierra.
El último post se centró en la última película de Star Trek con la tripulación de TNG.
Este se titutla como la primera con los mismos protagonistas.
Un círculo.
Pero la vida tiene más de una línea, de un camino. No llegamos a ver el comienzo ni el final. Pero nos hacemos cargo de un tramo del mismo.
Venimos de nuestros padres, que son los que caminaban antes de nosotros, nos enseñaron lo que aprendieron del camino y, un día, nos dejaron caminar solos (eso sí, mirándonos de lejos). Sin darnos del todo cuenta, una tarde miramos para atrás y ya no nos siguen más. Terminaron su ruta.
El lunes despedí a mi mamá; dejó de caminar después de 82 años. Hace menos de dos años despedí a mi papá. Es el tiempo de caminar sin tener a la vista las raíces, con el capital de la historia y la riqueza (intocable pero también invalorable) de los recuerdos.
Pero la ruta se vuelve más amarga cuando sentimos que nosotros también, algún día, vamos a dejarla. No somos eternos.
Eso podemos aceptarlo.
Lo que cuesta más, y no sé cómo se supera, es darse cuenta que después de nosotros no nos seguirá nadie, que no podremos pasar la experiencia a otros, que la línea se interrumpe.
Me conmovió verlo a Picard llorando amargamente ante la muerte de su sobrino y su hermano. Dolor por la partida de los afectos, pero dolor porque él sería el último Picard. No hay descendencia significa, de alguna manera, que no hay futuro. Que la ruta termina sin llegar a ningún lugar.
En este tiempo de despedida de mis padres, me consuela ver el futuro en los ojos de mis hijos. Me llena de esperanza ver quiénes serán los que continúen con el sendero una vez que a mí no me de más la vida.
Sin embargo, también me vienen las palabras de Gandalf a Frodo en las minas de Moria. No son textuales, pero son algo así: "Nadie puede elegir en qué tiempos le tocará vivir, pero si tendremos que dar cuenta sobre qué hacemos con el tiempo que nos ha sido dado".
Tal vez haya otra idea de trascendencia menos "naturalizada" que la de prolongarse en los hijos. Tal vez no sólo importe la meta, la continuación del camino. Tal vez también importe, y mucho, el trayecto.
Vivimos en una sociedad que valora las metas por arriba de los procesos, los logros por arriba de los medios, los fines por encima de los "mientras tanto".
Tal vez el camino, y como lo caminamos, sea tanto o más importante que adonde nos lleve. Tal vez haya otra idea de trascendecia que cada uno pueda descubrir en el corazón cuando la ruta ralea de transeutes atrás y adelante nuestro.

Eso que nos une

Mi gusto por el universo Trek me pareció siempre una pasión solitaria. Algo que me gustaba a mí y que no era muy compartible. Quiero ser claro, no me desagradaba la idea porque soy, en escencia, un solitario.
Tes grandes sorpresas me llevé con esto.
La primera fue que mi entonces novia, hoy esposa, se fue enganchando con la idea de Star Trek. Algo maravilloso dado que a ella no sólo no le interesaba la CF, si no que tampoco se fascinaba con la TV. ¿Por qué se subió a la movida Trek? ¿Acaso tengo un fuerte poder de proselitismo ignorado hasta ahora por mí?
La segunda gran sorpresa fue Nico.
El es mi amigo. De esos que atraviesan la vida con uno. Nos conocemos desde el 75 (cursábamos 2º año de la secundaria). Compartimos el mismo país hasta el 79. A partir de allí el volvió a Uruguay (de dónde es oriundo) y yo permanecí de este otro lado del Río de la Plata. Sin embargo el vínculo se sostuvo. No, claro está, sin sus idas y vueltas (como titularía esta historia el viejo y querido Bilbo). De hecho pasamos varios años sin encontrarnos ni tener noticias el uno del otro. En ese lapso la vida se nos dió vuelta como una media a los dos y nos volvimos a cruzar (cruzando yo el charco) hacia el 93.
Grande fue mi sorpresa cuando me encuentro que mi viejo amigo de la infancia también se había vuelto adicto a Star Trek (TNG en concreto).
La tercera sorpresa fue más reciente. Alejandro (un viejo amigo de mi esposa) cada día me fue resultando más simpático. Al poco tiempo me enteré, obvio, que también era fan de Star Trek.
¿Casualidades?
¿Causalidades?
Ni lo uno ni lo otro.
Eso que me une a mis afectos más importantes es la posibilidad de admirar al otro, de sentirme completamente cautivado por la honestidad e incondicionalidad con la que siguen sus ideas y principios. Son algo así como me gustaría ser a mí.
Y mucho de eso tiene Star Trek.
Es obvio que no me va a caer bien, necesariamente, todo fan de Star Trek. Del mismo modo mucha gente que valoro y aprecio no tiene ni idea de lo que es un klingon.
Pero si es innegable, que Star Trek refleja muchas de las mejores cosas que yo descubro en mis semejantes, muchas de las que quisiera ver realizadas en nuestras sociedades, muchas de las que yo quisiera llegar a ser.
Eso es mucho de lo que me une, en una alianza de fierro, con mis mejores afectos.
Aquella con la que decidí compartir mi vida.
Aquel amigo que estuvo, está, y estará siempre.
Este nuevo con el que, seguramente, compartiré tantas más.
Afectos, historias, cariño, unión, fidelidad, ideales compartidos y defendidos en mutua alianza.
Mucho de eso es Star Trek.
Mucho de eso trato de que sea mi vida.
PD: dedicado, especialmente, a Nico a quién tengo olvidado en el correo electrónico más no en el corazón. Gracias hermano por todo lo compartido. Porque disfrutamos tanto del jugar juntos como de filosofar hasta la madrugada. Un abrazo a vos y tu familia (especialmente a mi ahijado)

Juegos y Juguetes

No hace mucho tiempo, lo confieso, me enteré de la existencia de los "geeks" (Post-Geek). No es que no supiera de su existencia, más bien es que no sabía cómo se llamaban. Son aquellos para los que los juguetes son muy importantes (especialmente los juguetes "tecno"). Al mundo se nos presentan como una especie de niños que se niegan a abandonar su infancia.
Algo de eso hay en Star Trek. Allí podemos ver al serio capitan Picard, el cabrón de Sisko, la urgida Janeway, dedicándose a complejos juegos en los holodeck (u holosuites según el caso. Para más información pueden ir a Internet y Holodeck). Que es casi lo mismo que hacen los chicos en los jardines de infantes cuando se disfrazan y representan personajes (con un poco menos de complicación tecnológica). Si esos grandulones (que muchas veces han decidido el destino de la galaxia) tienen tiempo para jugar como niños, ¿por qué nosotros no?, ¿por qué un geek no?.
No tengo respuestas. Pero sí quiero hacer una distinción. Para el niño lo importante es el juego. Para el geek, lo importante es el juguete. Mis hijos, invariablemente, han valorado mucho más los papeles de colores que los costosos (o no tanto) juguetes que envolvían. Para el niño lo importante es el juego, el juguete es sólo un medio. Para el geek, en cambio, lo importante es el juguete; se olvió de jugar. Se pierde el fin, el medio se transforma en fin y todo queda pervertido.Un geek, en definitiva, es alguien que extravió el rumbo y quedó atrapado y esclavizado de las cosas. Ya no manda, no tiene el poder y, en algún sentido, es digno de compasión. Me gustan los jueguetes, me gusta jugar, me gusta seguir siendo un niño, pero, sobre todo, me gusta que los medios sean medios, y los fines sean fines.
Que te diviertas.
PD: dedicado a Jorge quien,con su post, inspiró este.

Aquella Pequeña y Fea Hebra

Estos son unos de esos días en que logro odiarme.
Logro odiar aquel episodio de mi vida. O, tal vez, aquella dedición que trajo tantas y tan angustiantes consecuencias.
¡Cuántas horas pasé esta semana imaginando, futilmente, cómo sería mi vida si pudiese cambiar aquella decisión, aquel episodio, aquella frase!
Pura pérdida de tiempo, pero necesidad imperiosa del corazón de buscar una suerte de auto redención.
Posiblemente sea sólo una más, de tantas otras veces en que me reprocharé, me acusaré, me castigaré. Me miraré al espejo y no quedaré alegre con algunos de los rasgos que encuentro. Muy humano.
Recuerdo un capítulo de Star Trek: The Next Generations en donde Picard tiene la oportunidad que en mi corazón anhelé tanto en estos días.
En un estado entre la vida y la muerte, Picard es tomado por una entidad alienígena casi omnipotente y le ofrece la posibilidad de rectificar algún error grave de su vida. Él toma la oferta y se ve transportado al pasado, cuando era un oficial recién salido de la academia y, de puro orgulloso y omnipotente, se traba en una lucha absurda con unos alienígenas sumamente violentos que le atraviesan el corazón con una daga. A partir de allí necesita utilizar un corazón artificial y es, justamente, una falla en este corazón lo que lo tiene al borde de la muerte. Picard cambia su historia y, en esta segunda chance, elude la lucha y continúa con su corazón orgánico intacto. Problema resuelto. El problema resulta cuando es devuelto al tiempo actual. Ya no es el capitán del Enterprise, apenas un gris oficial de bajo grado. Parece que su carrera ha sido mediocre y vacilante. Aparentemente, al no haber pasado por la experiencia de mirar a la muerte a los ojos, todo su carácter se vio hondamente trastornado. Se vuelve alguien timorato, asustadizo, incapaz de progresar y lograr sus metas. Alguien completamente correcto pero intrascendente.
Nuevamente tiene la posibilidad de volver a su pasado y Picard decide recuperar su vida. Comete, una vez más, aquel “error” ingenuo de juventud y recupera todo lo perdido.
Al final del capítulo comenta algo así:
“Sentía que mi vida era un tapiz hermoso. Pero en él había una pequeña y fea hebra que arruinaba en parte todo el diseño. Lo que no sabía era que, cuando arrancase esa pequeña y fea hebra, todo el tapiz se iba a deshacer en mis manos. Le debo mi agradecimiento a quién me enseñó esta lección”
Yo no sé que pasaría si arranca algunas de esas pequeñas y feas hebras. Lo que sí se es que lo mejor que puedo hacer es perdonarme, reconciliarme con mis viejas opciones, aceptarme, amarme, aprender de mis errores y jamás renegar de quién fui ni de quién soy. Amo mi tapiz y no lo quiero deshacer.
Gracias por estar ahí y compartir conmigo estas pequeñas reflexiones sobre pequeñas hebras. Espero, de corazón, que a ti también te sirvan.

¡Tengan una Vida de Verdad!

Espero que sepan disculpar mi mala memoria. Les voy a contar sobre un fragmento de recuerdo con el que me topé el otro día; está bastante roto, pero todavía sirve como imagen. De todos modos lo reparé como pude con un poco de imaginación. Allí va.
No se si fue un capítulo de los Simpson o una de esas películas con las que nos cruzamos involuntariamente cuando hacemos zaping (tal es el grado de fragmentación de este pobre recuerdo recuperado).
La escena transcurre en una convención trekkie, en donde invitan a William Shatner (el actor que representó al Capitán Kirk). Los fans reunidos lo bombardean a preguntas, y estas resultan cada vez más detalladas, complejas y absurdas. Es así que se enfrenta a tremendas dudas existenciales como: “En el capítulo 16 de la serie se dijo que un faser tenía un alcance de 15 metros, sin embargo en el 29, Zulu hizo impacto en un blanco situado a 16 metros, ¿cómo se explica esto?”
Al principio Shatner intenta responder, hasta que se ve abrumado por la obsesiva sabiduría de su público y su propia ignorancia de los detalles de la serie. Entonces estalla: “¡Star Trek era sólo un programa de TV! ¡El Enterprise no existe! Dejen ya de vivir una fantasía. Hagan el amor con su novia y, si no la tienen, consíganla. Hagan amigos, tomen sol, hagan lo que quieran pero, por favor, ¡TENGAN UNA VIDA DE VERDAD!”
Este exabrupto es interrumpido por los organizadores del evento que bajan a Shatner del escenario y lo ocultan de una multitud confusa, ofendida e indignada ante la horrible herejía, quienes ya estaban dispuestos a quemar en la hoguera al patético peluquín del viejo Shatner.
Mas tarde se redoblan los honorarios pagados a Shatner por su presentación quien se vuelve a presentar en las actividades de la jornada siguiente con esta solemne declaración: “Debo reconocer que mi mente cayó ayer una vez más bajo el control de los Telurians, esa raza extraterrestre que se caracteriza por controlar la mente de otros humanoides y que ya se habían apoderado de mis facultades para atacar a la Federación y todo lo que ella representa. Todo esto lo pudieron ver en el capítulo 12 de la serie. Debo agregar mi agradecimiento a mi primer oficial, el Sr. Spok, quien, gracias a sus facultades telepáticas, ha logrado rescatarme una vez más.”
Final feliz y todo el mundo contento a su casa sanos y salvos (incluido el peluquín).
Sin embargo, a mí me quedó grabado el grito desesperado de Shatner: “¡Tengan una vida de verdad!”
Más, en estos tiempos, en dónde voy tomando conciencia que hay mucha gente que no vive una “vida de verdad”. Es lo que siento muchas veces cuando navego un ratito por la web y me encuentro con gente que parece vivir “en” la web y “para” la web. Y, ni siquiera, vive “de” la web porque les deja dinero y es una forma de vida.
Me recuerda a esos pobres fans trekkies vivir en la ficción (los hay, incluso, quienes van a trabajar con su uniforme reglamentario de Star Trek y se hacen llamar “Comandante Pirulo”).
Es triste ver a tanta gente viviendo una ficción (Star Trek, la web, lo que sea) y no una vida de verdad. Paradojalmente, esto no es lo que propone Star Trek (ver el post “Internet y Holodeck”).
Te propongo un cuestionario simple para que vos mismo juzgues y te evalúes (yo no soy quién para hacerlo): ¿cuán de verdad es tu vida?
1) Tu piel, ¿está más bañada por los rayos catódicos del monitor o por los rayos del sol?
2) Las direcciones de tus amigos, ¿comienzan todas con un “www”, incluyen un “@”, o hacen referencia a una calle y su respectiva numeración?
3) Las palabras que recibes, ¿se componen de bytes o de ondas sonoras?
4) ¿Conoces el color de los ojos de la persona con la que compartes más información?
5) El no disponer de una PC en tus vacaciones, ¿te angustia o te alivia?
6) ¿Te tomas vacaciones si no dispones de una PC?
7) ¿Te tomas vacaciones (no vale si son virtuales)?
8) ¿Perteneces a más listas de correo que a grupos de amigos?
9) ¿Te comunicas mejor por módem que por teléfono?
10) ¿Cuándo fue la última vez que fuiste abrazado o abrazaste a un ser querido?
11) ¿Te alcanzan los abrazos que recibes?
12) ¿Sexo “on line” o sexo real?
Por fortuna he logrado salir con bastante dignidad del interrogatorio previo (¿será por que yo mismo las formulé?, ¿qué me pasaría si fuera otro quien hiciera las preguntas?)
Sinceramente deseo que tú también salgas bien parado, que te hayas sentido a gusto con tus propias respuestas.
Si no es así, no te angusties, puede ser un excelente motivo para retomar “tu vida de verdad”.
Sal entonces ya mismo de este blog, apaga la PC y no pierdas más tiempo. Si tienes ganas vuelve luego para contarme cómo te fue.
Mucha suerte.

¿Para qué la tecnología?

Compleja es la historia de este post. Le reconozco, por lo menos, cinco etapas o fuentes. Así que, para continuar leyendo, debes disponer de un poco más de tiempo que lo normal, acomodarte bien en tu asiento y, tal vez, servirte una taza de café similar a la que yo tengo sobre mi escritorio en este momento.
La primera etapa o fuente está vinculada al universo Trek. Allí la tecnología es parte esencial de la historia. ¿Qué sería de Star Trek sin los transportadores, los holodecks, los fasers, tricorders, replicadores y, fundamentalmente, las magníficas naves estelares?
Pero, sin embargo, así como la “Treknología” es parte vital de la saga, también lo es el hecho de que lo que siempre tiene prioridad es lo humano.
Es el valor, la lealtad y el ingenio de Picard y su tripulación lo que termina venciendo a los temibles Borgs una y otra vez (muy superiores tecnológicamente hablando, muy inferiores humanamente hablando).
Pero lo que me encanta más aún, es que en Star Trek el hombre no depende de su tecnología más de lo necesario. Hay un capítulo de Voyager en donde toda la tripulación es abandonada en un planeta volcánico y sin vida inteligente desarrollada. Les roban no sólo la nave sino hasta el último comunicador de sus uniformes. ¿Cómo responde entonces la capitán Janeway?. ¿Pánico?, ¿histeria?, ¿desesperación?.
NO.
Respira hondo y comienza a organizar a su tripulación en busca de agua, alimentos, refugio, etc. El resultado es que se crea un nuevo orden, hacen alianzas con los nativos, vencen las amenazas del entorno, sobreviven (incluso llegan a arreglárselas para recuperar la nave y toda su tecnología, pero eso es otra historia).
¿Cómo se logra esto?
Porque usaban su maravillosa tecnología, pero no dependían de ella. Sin su tecnología seguían siendo ellos mismos, creían en ellos mismos.
La segunda fuente del post tiene que ver con la vida real; más concretamente con mi vida real. Hubo una vez que me sentí como Janeway (salvando todas las obvias y notables diferencias). Fue una mañana en la que me encontré con un corte de luz. No me preocupé hasta que intenté preparar el desayuno y fui descubriendo de a poco (aclaro que a la mañana temprano no funciono del todo bien) que no podía utilizar la cafetera eléctrica, el microondas, la tostadora eléctrica, etc. Al borde de la desesperación (no logré reaccionar con tanta dignidad como Janeway) logré recordar que hubo una época en que no utilizaba ninguno de esos elementos y, sin embargo, desayunaba. También recordé cuál era el procedimiento, cuáles los instrumentos y, por fortuna, lo pude reproducir con éxito.
La tercera fuente de este post me viene de otro post (“Corte de Luz”) que pueden encontrar en Flow. Léanlo y verán que yo no soy el único que se desconcierta y atemoriza cuando la tecnología falla.
Aquí me detengo en la historia del post porque ya se me agolpan varias reflexiones que quiero compartir con usted/vos/tú (elegir lo que mejor cuadre). Creo que al preguntarnos “¿Para qué la tecnología?” caben, al menos, tres respuestas posibles:
1)Usar la tecnología, valerse de ella, disfrutarla para hacer la vida más cómoda y hacer las tareas más rápida y eficazmente. Este es, en realidad, el único y principal motivo de la tecnología. Es lo que motivó la creación de las cafeteras eléctricas y las naves estelares. En este caso no dependo de la tecnología, hago uso de sus beneficios y, si me falla, apelo a otros recursos.
2)Darle una función de “completarme” en lo que no puedo hacer solo. Es innegable que existen muchas cosas que no hay forma de hacerlas sin una tecnología determinada (este blog, sin ir más lejos, es un ejemplo). Así una persona paralítica necesita, irremediablemente, la tecnología de una silla de ruedas para poder desplazarse. Aquí ya empezamos a depender de la tecnología. Pero esta dependencia se puede llegar a hacer más radical, hasta más absurda cuando presumo que me “faltan” más cosas de las que realmente me faltan. Es que muchas veces podemos tener distintas sensaciones de vacíos interiores. Vacíos que asustan y angustian. Vacíos que pueden ser llenados con el consumo de tecnología (bonita, brillante, publicitada, eficaz, rápida, útil, valorizada socialmente). Esto tiene trampa. La tecnología no repara ningún vacío. A lo sumo lo disimula. Pero lo que sí hace, es impedir que uno lo complete con métodos más legítimos y definitivos. Entonces se da la paradoja de andar en sillas de ruedas porque “creo” que mis piernas no funcionan. Es triste.
3)En otros casos la tecnología directamente reemplaza otras cosas. Cumple una función de prótesis en mi vivencia. Así nos encontramos chateando antes que hablando, intercambiando mails en lugar de juntarnos a tomar un café, compartiendo listas de correo en vez de armar una reunión de pizza y cerveza. Pongo tecnología en vez de vínculos. Me encierro en un mundo sobresaturado de estímulos multimedia y me voy convirtiendo en un autista (divertido, pero autista al fin). Reflexión trekkie: ¿no será esto el comienzo de un colectivo Borg?
En relación a esta última actitud, viene la cuarta fuente del post. Hace cosa de 2 meses decidí apagar la TV mientras cenaba (mi mujer me lo había pedido infinidad de veces, pero yo no lo advertía porque estaba muy ocupado haciendo zaping). Debo confesar que no fue sencillo para mí. Al principio la casa me parecía sumergida en un silencio tétrico (para agravar la situación el centro musical estaba averiado) y no podía dejar de sentir que me faltaba algo.
Luego de superado el período de abstinencia, me pude ir encontrando con el contacto humano, la charla profunda o cotidiana, la mirada de la persona amada, la posibilidad de pensar con otro, la comunicación. Entonces descubrí la trampa, se develó la mentira: cuando la TV estaba encendida era cuando realmente me faltaba alto esencial.
Hace falta coraje para despegarse de la tecnología “prótesis” y la tecnología “silla de ruedas”. Pero vale la pena.
Si me das permiso, quisiera compartir algunas preguntas que me surgen en el corazón en este momento (y si no me lo das, siempre sos libre de navegar por otro lado o de volver aquí cuando quieras).
Si tenés gente querida cerca o al lado, ¿qué esperás para apagar la PC, la TV, el DVD y recuperar lo que te falta? Esos no son respiradores artificiales y vos no estás en terapia intensiva. Hasta te preguntaría, aún a riesgo de ser abandonado en este mismo momento: ¿qué hacés leyendo este post?
Y si no tenés a nadie, si estás realmente solo, ¿qué esperás para apagar los aparatos y salir de tu “tecnoburbuja” para buscar a alguien de carne y hueso con quién tener vínculos más reales? Quizás sentís que necesitás la silla de ruedas. Sin embargo estoy casi seguro de que podés caminar si te das tiempo y buscás ayuda (humana, por favor).
Pero, ¡esperen por favor! No salgan aún corriendo a vincularse (o a insultarme porque sienten que estuvieron perdiendo el tiempo leyendo pavadas). Antes de que salgan de mi blog les debo el comentario de la quinta fuente de este post.
Fue esta misma mañana, mientras estaba sentado en la PC escribiendo estas líneas. Se me acercó mi segundo hijo (3 adorables años) y luego de reclamar sin éxito mi atención durante algunos minutos, tocó un botón y apagó mi PC borrando, en el mismo acto, todo lo que había escrito (que no era poco).
Por fortuna, en vez de enojarme le di la razón a su fina sabiduría de tres años. Lo tomé de la mano y fuimos a tomar sol y disfrutar de la hermosa primavera que estamos viviendo. Realmente es alta y sutil la seducción de la tecnología. Por fortuna fue mucho más honda y contundente la seducción de mi hijo. Así que tuve que volver a escribir estas líneas en un momento en que no le robara tiempo a mi familia. De hecho la tuve que escribir con lápiz y papel porque no tenía tecnología alguna a mano.
Vuelvo a repetirlo, vale la pena.
Ahora sí, puedes salir del blog e ir a disfrutar de tu vida.
Eso sí, visítame cuando puedas hacerlo sin robárselo a tus vínculos de verdad.

Internet y el Holodek

El Holodek (u Holosuite, según las traducciones de las distintas series) será un invento maravilloso según Star Trek. Una cámara completamente rodeada de proyectores holográficos que generan una realidad virtual sin ninguna diferencia de la realidad. Allí incluso puedes andar horas enteras a caballo con una ilusión perfecta de espacio abierto gracias a que la cámara misma puede ir rotando y modificando su eje de gravedad (¡qué complicado todo esto!). Lo cierto es que puedes programar lo que quieras. Literalmente podrías tener una vida entera virtual, con una familia, amigos, empleo previamente programados según tu gusto. Los consejeros de esa época (gracias a Dios aún existirán los psicólogos) hablan de la adicción al holodek y previenen conta ella. Es tentador tener una vida llena de vínculos hechos a la medida, seguros y libres de toda frustración, sin posiblidades de abandono. Eso es lo que pasa con los vínculos virtuales. A veces siento que Internet puede volverse algo así. Es cierto que detrás de alguien con quien chateo (incluso detrás de quien escribe estas líneas)existe alguien de carne y hueso. Pero aún los complejos algoritmos que dan vida a los personajes virtuales del holodek, tienen detrás la humanidad real de un programador de carne y hueso. En la web nos enocntramos todo el tiempo con "personajes virtuales/programadores reales". Yo, para tí, no dejo de ser un personaje virtual aunque, para mí, sea un programador real. Creo que genero un personaje como cualquiera que se conecta a la web. Personajes que se vinculan con otros personajes. Virtualidad. Holodek rudimentario, de sólo texto. En este punto estoy de acuerdo con los consejeros de la Federación. Internet no está mal, es un fantástico recurso. Lo complicado puede ser que lo confudamos con la realidad, que se transforme en nuestra única realidad, que reemplace a la realidad. Internet (y los vínculos "más o menos virtuales" o "más o menos reales" que allí hagamos) es una posibilidad más, nada más y nada menos que eso. No quiero incomodarte, pero si me permitís me gustaría preguntarte ¿cuántas horas pasás delante de una pantalla y cuántas con personas reales? No espero respuesta, pero a tí quizás te venga bien hacerte la pregunta. Yo mismo, en este momento me la hago. Y no dejo de responderme que quizás pueda disfrutar un poco más de las personas que me rodean, darles algo más de mí, recoger algo más de ellas. Internet es un gran alivio para la soledad (así como el Holodek), pero que esto no te impida preguntarte ¿por qué estoy solo?, ¿por qué no apago la PC y salgo a buscar un amgigo/a, un/a amante? No hay un desafío más apasionante, no hay aventura más épica que la de construir vínculos reales. Los atajos (lo virtual) jamás logran el mismo efecto. Vivir la vida es algo mucho más placentero que jugar a los Sims. Ojalá hoy tengas a alguien a quien abrazar, si no, estoy seguro que puede ser el mejor día para comenzar a tenerlo. Suerte.

Warp 10

En la jerga de Star Trek, el "Warp 10" es algo así como la velocidad abosluta; aquella que, de ser alcanzada, permitiría que uno estuviese en todos los puntos del universo al mismo tiempo (si no soy exacto, que los puristas treekies me disculpen ya que soy sólo un aficionado y no un experto).
A veces siento que tratamos de vivir a Warp 10. No sería raro que a esta altura del post, muchos hayan clikeado hacia otros rumbos porque no encontraron nada que les caputrara la atención. Muchos otros seguramente no lo leerán porque tiene más de 6 renglones. Para tí, que decidiste acompañarme un rato más, te comparto mi reflexión. Creo que estamos viviendo demasiado apurados. Y no, no me creo la excusa de "los tiempos que corren" o la "exigencia de la vida moderna". Cuando veo a uno de mis personajes preferidos de Star Trek, el capitan Picard, que puede comandar la nave insignia de la Federación, dedicarse seriamente a su hobbie que es la arqueología, tener algún que otro romance esporádico, leer Shakespiare, tocar la flauta, etc. me encuentro con una vida plena de sentido. Y ese creo que es el problema. Me parece que perdimos el sentido de las cosas y nos ahogamos en una cultura de video-clip y zapping. Imágenes rápidas, llamativas, fugacies y vacías. Es una época en donde no se disfruta, se goza. Porque el disfrute necesita de tiempo, mientas que el goce puede ser instantáneo (como el café instantáneo, pobre sucedáneo del verdadero café que -¡oh casualidad!- necesita de cierto tiempo si se quiere preparar adecuadamente). Hacer el amor es disfrute, y necesita tiempo; una buena comida se disfruta y necesita tiempo. Vivimos en una época de eyaculación precoz y comida chatarra, el fracaso del disfrute sacrificado en el altar del "apuro". Prisa que sólo tapa vacíos. Urgencia que se torna adictiva porque no podemos vivir sin ella. Vida que se despoja de sentido por no animarnos a buscarlo. El Enterprise puede ir rápido, pero sólo cuando hace falta. La rapidez es virtud cuando se justifica, sino es escape, huida. Quiero creer que alguien se pudo tomar el tiempo de acompañarme hasta el final del post. No importa si estás de acuerdo o no; quisiera que lo hayas disfrutado, pero, si así no fuese, estoy seguro de que eres capaz de disfrutar muchas otras cosas de tu vida. Me alegro por tí. Y me alegro por mí que me pude regalar este tiempo de escribir estas pobres reflexiones. Un abrazo.