Generations
Como un círculo que se cierra.
El último post se centró en la última película de Star Trek con la tripulación de TNG.
Este se titutla como la primera con los mismos protagonistas.
Un círculo.
Pero la vida tiene más de una línea, de un camino. No llegamos a ver el comienzo ni el final. Pero nos hacemos cargo de un tramo del mismo.
Venimos de nuestros padres, que son los que caminaban antes de nosotros, nos enseñaron lo que aprendieron del camino y, un día, nos dejaron caminar solos (eso sí, mirándonos de lejos). Sin darnos del todo cuenta, una tarde miramos para atrás y ya no nos siguen más. Terminaron su ruta.
El lunes despedí a mi mamá; dejó de caminar después de 82 años. Hace menos de dos años despedí a mi papá. Es el tiempo de caminar sin tener a la vista las raíces, con el capital de la historia y la riqueza (intocable pero también invalorable) de los recuerdos.
Pero la ruta se vuelve más amarga cuando sentimos que nosotros también, algún día, vamos a dejarla. No somos eternos.
Eso podemos aceptarlo.
Lo que cuesta más, y no sé cómo se supera, es darse cuenta que después de nosotros no nos seguirá nadie, que no podremos pasar la experiencia a otros, que la línea se interrumpe.
Me conmovió verlo a Picard llorando amargamente ante la muerte de su sobrino y su hermano. Dolor por la partida de los afectos, pero dolor porque él sería el último Picard. No hay descendencia significa, de alguna manera, que no hay futuro. Que la ruta termina sin llegar a ningún lugar.
En este tiempo de despedida de mis padres, me consuela ver el futuro en los ojos de mis hijos. Me llena de esperanza ver quiénes serán los que continúen con el sendero una vez que a mí no me de más la vida.
Sin embargo, también me vienen las palabras de Gandalf a Frodo en las minas de Moria. No son textuales, pero son algo así: "Nadie puede elegir en qué tiempos le tocará vivir, pero si tendremos que dar cuenta sobre qué hacemos con el tiempo que nos ha sido dado".
Tal vez haya otra idea de trascendencia menos "naturalizada" que la de prolongarse en los hijos. Tal vez no sólo importe la meta, la continuación del camino. Tal vez también importe, y mucho, el trayecto.
Vivimos en una sociedad que valora las metas por arriba de los procesos, los logros por arriba de los medios, los fines por encima de los "mientras tanto".
Tal vez el camino, y como lo caminamos, sea tanto o más importante que adonde nos lleve. Tal vez haya otra idea de trascendecia que cada uno pueda descubrir en el corazón cuando la ruta ralea de transeutes atrás y adelante nuestro.
El último post se centró en la última película de Star Trek con la tripulación de TNG.
Este se titutla como la primera con los mismos protagonistas.
Un círculo.
Pero la vida tiene más de una línea, de un camino. No llegamos a ver el comienzo ni el final. Pero nos hacemos cargo de un tramo del mismo.
Venimos de nuestros padres, que son los que caminaban antes de nosotros, nos enseñaron lo que aprendieron del camino y, un día, nos dejaron caminar solos (eso sí, mirándonos de lejos). Sin darnos del todo cuenta, una tarde miramos para atrás y ya no nos siguen más. Terminaron su ruta.
El lunes despedí a mi mamá; dejó de caminar después de 82 años. Hace menos de dos años despedí a mi papá. Es el tiempo de caminar sin tener a la vista las raíces, con el capital de la historia y la riqueza (intocable pero también invalorable) de los recuerdos.
Pero la ruta se vuelve más amarga cuando sentimos que nosotros también, algún día, vamos a dejarla. No somos eternos.
Eso podemos aceptarlo.
Lo que cuesta más, y no sé cómo se supera, es darse cuenta que después de nosotros no nos seguirá nadie, que no podremos pasar la experiencia a otros, que la línea se interrumpe.
Me conmovió verlo a Picard llorando amargamente ante la muerte de su sobrino y su hermano. Dolor por la partida de los afectos, pero dolor porque él sería el último Picard. No hay descendencia significa, de alguna manera, que no hay futuro. Que la ruta termina sin llegar a ningún lugar.
En este tiempo de despedida de mis padres, me consuela ver el futuro en los ojos de mis hijos. Me llena de esperanza ver quiénes serán los que continúen con el sendero una vez que a mí no me de más la vida.
Sin embargo, también me vienen las palabras de Gandalf a Frodo en las minas de Moria. No son textuales, pero son algo así: "Nadie puede elegir en qué tiempos le tocará vivir, pero si tendremos que dar cuenta sobre qué hacemos con el tiempo que nos ha sido dado".
Tal vez haya otra idea de trascendencia menos "naturalizada" que la de prolongarse en los hijos. Tal vez no sólo importe la meta, la continuación del camino. Tal vez también importe, y mucho, el trayecto.
Vivimos en una sociedad que valora las metas por arriba de los procesos, los logros por arriba de los medios, los fines por encima de los "mientras tanto".
Tal vez el camino, y como lo caminamos, sea tanto o más importante que adonde nos lleve. Tal vez haya otra idea de trascendecia que cada uno pueda descubrir en el corazón cuando la ruta ralea de transeutes atrás y adelante nuestro.
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Blanca -