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¿Para qué la tecnología?

Compleja es la historia de este post. Le reconozco, por lo menos, cinco etapas o fuentes. Así que, para continuar leyendo, debes disponer de un poco más de tiempo que lo normal, acomodarte bien en tu asiento y, tal vez, servirte una taza de café similar a la que yo tengo sobre mi escritorio en este momento.
La primera etapa o fuente está vinculada al universo Trek. Allí la tecnología es parte esencial de la historia. ¿Qué sería de Star Trek sin los transportadores, los holodecks, los fasers, tricorders, replicadores y, fundamentalmente, las magníficas naves estelares?
Pero, sin embargo, así como la “Treknología” es parte vital de la saga, también lo es el hecho de que lo que siempre tiene prioridad es lo humano.
Es el valor, la lealtad y el ingenio de Picard y su tripulación lo que termina venciendo a los temibles Borgs una y otra vez (muy superiores tecnológicamente hablando, muy inferiores humanamente hablando).
Pero lo que me encanta más aún, es que en Star Trek el hombre no depende de su tecnología más de lo necesario. Hay un capítulo de Voyager en donde toda la tripulación es abandonada en un planeta volcánico y sin vida inteligente desarrollada. Les roban no sólo la nave sino hasta el último comunicador de sus uniformes. ¿Cómo responde entonces la capitán Janeway?. ¿Pánico?, ¿histeria?, ¿desesperación?.
NO.
Respira hondo y comienza a organizar a su tripulación en busca de agua, alimentos, refugio, etc. El resultado es que se crea un nuevo orden, hacen alianzas con los nativos, vencen las amenazas del entorno, sobreviven (incluso llegan a arreglárselas para recuperar la nave y toda su tecnología, pero eso es otra historia).
¿Cómo se logra esto?
Porque usaban su maravillosa tecnología, pero no dependían de ella. Sin su tecnología seguían siendo ellos mismos, creían en ellos mismos.
La segunda fuente del post tiene que ver con la vida real; más concretamente con mi vida real. Hubo una vez que me sentí como Janeway (salvando todas las obvias y notables diferencias). Fue una mañana en la que me encontré con un corte de luz. No me preocupé hasta que intenté preparar el desayuno y fui descubriendo de a poco (aclaro que a la mañana temprano no funciono del todo bien) que no podía utilizar la cafetera eléctrica, el microondas, la tostadora eléctrica, etc. Al borde de la desesperación (no logré reaccionar con tanta dignidad como Janeway) logré recordar que hubo una época en que no utilizaba ninguno de esos elementos y, sin embargo, desayunaba. También recordé cuál era el procedimiento, cuáles los instrumentos y, por fortuna, lo pude reproducir con éxito.
La tercera fuente de este post me viene de otro post (“Corte de Luz”) que pueden encontrar en Flow. Léanlo y verán que yo no soy el único que se desconcierta y atemoriza cuando la tecnología falla.
Aquí me detengo en la historia del post porque ya se me agolpan varias reflexiones que quiero compartir con usted/vos/tú (elegir lo que mejor cuadre). Creo que al preguntarnos “¿Para qué la tecnología?” caben, al menos, tres respuestas posibles:
1)Usar la tecnología, valerse de ella, disfrutarla para hacer la vida más cómoda y hacer las tareas más rápida y eficazmente. Este es, en realidad, el único y principal motivo de la tecnología. Es lo que motivó la creación de las cafeteras eléctricas y las naves estelares. En este caso no dependo de la tecnología, hago uso de sus beneficios y, si me falla, apelo a otros recursos.
2)Darle una función de “completarme” en lo que no puedo hacer solo. Es innegable que existen muchas cosas que no hay forma de hacerlas sin una tecnología determinada (este blog, sin ir más lejos, es un ejemplo). Así una persona paralítica necesita, irremediablemente, la tecnología de una silla de ruedas para poder desplazarse. Aquí ya empezamos a depender de la tecnología. Pero esta dependencia se puede llegar a hacer más radical, hasta más absurda cuando presumo que me “faltan” más cosas de las que realmente me faltan. Es que muchas veces podemos tener distintas sensaciones de vacíos interiores. Vacíos que asustan y angustian. Vacíos que pueden ser llenados con el consumo de tecnología (bonita, brillante, publicitada, eficaz, rápida, útil, valorizada socialmente). Esto tiene trampa. La tecnología no repara ningún vacío. A lo sumo lo disimula. Pero lo que sí hace, es impedir que uno lo complete con métodos más legítimos y definitivos. Entonces se da la paradoja de andar en sillas de ruedas porque “creo” que mis piernas no funcionan. Es triste.
3)En otros casos la tecnología directamente reemplaza otras cosas. Cumple una función de prótesis en mi vivencia. Así nos encontramos chateando antes que hablando, intercambiando mails en lugar de juntarnos a tomar un café, compartiendo listas de correo en vez de armar una reunión de pizza y cerveza. Pongo tecnología en vez de vínculos. Me encierro en un mundo sobresaturado de estímulos multimedia y me voy convirtiendo en un autista (divertido, pero autista al fin). Reflexión trekkie: ¿no será esto el comienzo de un colectivo Borg?
En relación a esta última actitud, viene la cuarta fuente del post. Hace cosa de 2 meses decidí apagar la TV mientras cenaba (mi mujer me lo había pedido infinidad de veces, pero yo no lo advertía porque estaba muy ocupado haciendo zaping). Debo confesar que no fue sencillo para mí. Al principio la casa me parecía sumergida en un silencio tétrico (para agravar la situación el centro musical estaba averiado) y no podía dejar de sentir que me faltaba algo.
Luego de superado el período de abstinencia, me pude ir encontrando con el contacto humano, la charla profunda o cotidiana, la mirada de la persona amada, la posibilidad de pensar con otro, la comunicación. Entonces descubrí la trampa, se develó la mentira: cuando la TV estaba encendida era cuando realmente me faltaba alto esencial.
Hace falta coraje para despegarse de la tecnología “prótesis” y la tecnología “silla de ruedas”. Pero vale la pena.
Si me das permiso, quisiera compartir algunas preguntas que me surgen en el corazón en este momento (y si no me lo das, siempre sos libre de navegar por otro lado o de volver aquí cuando quieras).
Si tenés gente querida cerca o al lado, ¿qué esperás para apagar la PC, la TV, el DVD y recuperar lo que te falta? Esos no son respiradores artificiales y vos no estás en terapia intensiva. Hasta te preguntaría, aún a riesgo de ser abandonado en este mismo momento: ¿qué hacés leyendo este post?
Y si no tenés a nadie, si estás realmente solo, ¿qué esperás para apagar los aparatos y salir de tu “tecnoburbuja” para buscar a alguien de carne y hueso con quién tener vínculos más reales? Quizás sentís que necesitás la silla de ruedas. Sin embargo estoy casi seguro de que podés caminar si te das tiempo y buscás ayuda (humana, por favor).
Pero, ¡esperen por favor! No salgan aún corriendo a vincularse (o a insultarme porque sienten que estuvieron perdiendo el tiempo leyendo pavadas). Antes de que salgan de mi blog les debo el comentario de la quinta fuente de este post.
Fue esta misma mañana, mientras estaba sentado en la PC escribiendo estas líneas. Se me acercó mi segundo hijo (3 adorables años) y luego de reclamar sin éxito mi atención durante algunos minutos, tocó un botón y apagó mi PC borrando, en el mismo acto, todo lo que había escrito (que no era poco).
Por fortuna, en vez de enojarme le di la razón a su fina sabiduría de tres años. Lo tomé de la mano y fuimos a tomar sol y disfrutar de la hermosa primavera que estamos viviendo. Realmente es alta y sutil la seducción de la tecnología. Por fortuna fue mucho más honda y contundente la seducción de mi hijo. Así que tuve que volver a escribir estas líneas en un momento en que no le robara tiempo a mi familia. De hecho la tuve que escribir con lápiz y papel porque no tenía tecnología alguna a mano.
Vuelvo a repetirlo, vale la pena.
Ahora sí, puedes salir del blog e ir a disfrutar de tu vida.
Eso sí, visítame cuando puedas hacerlo sin robárselo a tus vínculos de verdad.

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