Viajero del tiempo
Debo confesarlo: soy un viajero del tiempo.
Es verdad, no se mofen. Tengo las pruebas y, inevitablemente, ellas son concluyentes.
Es más, seguramente tú también lo eres.
Mira esto.
Hace algunos años (15 para ser exactos), en el lugar en donde vivo, el valor de una propiedad difería completamente si tenía línea telefónica o no. El motivo era que conseguir una era un trámite extenuenate que podía llevar muchos años. En esa misma época mirábamos con envidia como el capitan Kirk se comunicaba con el Enterprise por medio de un pequeño aparatito desplegable.
En esa misma época, podíamos disfrutar de unos 4 canales de televisión, donde el verla a color aún era algo que nos sorprendía. El capitan Picard, en cambio, podía tener en dispositivos pequeños, una ilimitada capacidad de entretenimiento.
Para mi generación la comunicación era un proceso lento, caro y errático; gracias al mismo, viajar a algún país medianamente lejano suponía un corte muy radical con lo que uno dejaba atrás. Para ese entonces, cualquier capitan de la flota estelar podía llegar en pocas horas de un rincón a otro de la galaxia o establecer comunicaciones en tiempo real (audio y video) con cualquier conocido.
Aparatos pequeños e inalámbricos de comunicación, posibilidades ilimitadas de entretenimiento, comunicación inmediata y en tiempo real con cualquiera.
Eso era el futuro.
Teléfonos celulares, PCs, DVDs, CDs, internet, chat, e-mail.
Eso era el futuro.
Y allí es donde me encuentro. Admito que mi viaje al futuro no tuvo el carácter épico que le hubiese gustado al viejo Wells o sus incontables seguidores. Tampoco tiene boleto de vuelta (más allá del gusto de los nostálgicos). Pero sigue siendo un viaje al futuro.
Viaje que está aún en proceso.
Viaje que no me pienso perder.
Viaje del que intentaré pelear por disfrutar cada instante, cada momento, cada novedad, cada esperanza cumplida, cada ilusión.
Viaje que no hago solo.
Aunque, a veces, no sepamos que viajamos.
Feliz viaje para todos.
Es verdad, no se mofen. Tengo las pruebas y, inevitablemente, ellas son concluyentes.
Es más, seguramente tú también lo eres.
Mira esto.
Hace algunos años (15 para ser exactos), en el lugar en donde vivo, el valor de una propiedad difería completamente si tenía línea telefónica o no. El motivo era que conseguir una era un trámite extenuenate que podía llevar muchos años. En esa misma época mirábamos con envidia como el capitan Kirk se comunicaba con el Enterprise por medio de un pequeño aparatito desplegable.
En esa misma época, podíamos disfrutar de unos 4 canales de televisión, donde el verla a color aún era algo que nos sorprendía. El capitan Picard, en cambio, podía tener en dispositivos pequeños, una ilimitada capacidad de entretenimiento.
Para mi generación la comunicación era un proceso lento, caro y errático; gracias al mismo, viajar a algún país medianamente lejano suponía un corte muy radical con lo que uno dejaba atrás. Para ese entonces, cualquier capitan de la flota estelar podía llegar en pocas horas de un rincón a otro de la galaxia o establecer comunicaciones en tiempo real (audio y video) con cualquier conocido.
Aparatos pequeños e inalámbricos de comunicación, posibilidades ilimitadas de entretenimiento, comunicación inmediata y en tiempo real con cualquiera.
Eso era el futuro.
Teléfonos celulares, PCs, DVDs, CDs, internet, chat, e-mail.
Eso era el futuro.
Y allí es donde me encuentro. Admito que mi viaje al futuro no tuvo el carácter épico que le hubiese gustado al viejo Wells o sus incontables seguidores. Tampoco tiene boleto de vuelta (más allá del gusto de los nostálgicos). Pero sigue siendo un viaje al futuro.
Viaje que está aún en proceso.
Viaje que no me pienso perder.
Viaje del que intentaré pelear por disfrutar cada instante, cada momento, cada novedad, cada esperanza cumplida, cada ilusión.
Viaje que no hago solo.
Aunque, a veces, no sepamos que viajamos.
Feliz viaje para todos.
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